Estampillas en la Historia - El Tablero y El Hacha

La historia del ajedrez, casi tan antigua como la de la humanidad, es sumamente rica en anécdotas y relatos de distintas épocas, involucrando a conocidos personajes. Los hechos que se narran a continuación –seguramente un poco novelados por el paso de tantos años- son aceptados como verídicos por los historiadores ajedrecísticos.
Vamos a Palacio El Escorial, España, año 1560.
Fray Ruy (Rodrigo) López de Sigura había sido reclutado años atrás como capellán de la corte del rey Felipe II. El cura, poco afecto a la austeridad monástica, disfrutaba de las comodidades de la vida cortesana, en donde además disponía del tiempo suficiente para perfeccionarse en el estudio del ajedrez, disciplina que lo apasionaba desde muy niño. Como muchos monarcas de la antigüedad, Felipe II gustaba de rodearse de eruditos e intelectuales, quienes colaboraban como asesores en el gobierno de un vasto imperio que abarcaba territorios europeos y americanos. Ruy López era un reconocido profesor en distintas áreas, autor de varios tratados sobre la teoría del ajedrez –algunos vigentes hasta nuestros días- y con el tiempo se había convertido en el mejor ajedrecista de la época. Ruy López, con su mente prodigiosa, era una especie de Kasparov del Renacimiento.
Pero aquella era una tarde negra. Su amigo, el Duque Medina Sidonia, había sido acusado de traición y condenado a muerte. Aunque gozaba de la confianza del rey, nada podía hacer Ruy en su favor: cualquiera que tratara de interceder por el acusado de tal deleznable crimen automáticamente sería considerado cómplice. A Ruy López se le había encomendado expresamente la asistencia espiritual final del traidor, y con gran pesar se dirigió a las mazmorras, lugar temible que jamás hubiera deseado conocer.
Cumplidos los ritos sacros de rigor, aún restaba tiempo para la ejecución, y el reo, como último deseo, le pidió al cura lo honrara jugándole una partida de ajedrez. Se trajo un tablero a la celda, y pronto se reunieron con entusiasmo los guardias, el verdugo, el alcalde y los sirvientes de la prisión para ver en acción al campeón Ruy López, espectáculo rara vez accesible al público plebeyo. Pero, ante el asombro de los ocasionales testigos, fue el Duque Medina quién ganó la extensa partida. Sin que nadie lo notara, el hábil clérigo había cometido deliberadamente varias impresiciones durante el juego para facilitarle la victoria, apenado por el destino de su amigo. El Duque, entre aplausos y dirigiéndole bromas a Ruy López, acompañó al verdugo hacia el patíbulo, la cercanía de la muerte casi opacada por la alegría de haber vencido al imbatible maestro.
Mientras esto ocurría, Felipe II tomó conocimiento de un gran complot que se tramaba en su contra, hallándose involucrados funcionarios de la corte. Estos fueron detenidos y confesaron su traición, y también que la acusación contra Medina era falsa, ya que por su fidelidad al Rey, se lo deseaba sacar del medio. El condenado se salvó del hacha en el último instante, gracias a que la ejecución se había demorado unos minutos por la partida de ajedrez.
Dice la historia que Fray Ruy López, inmediatamente aclarada la situación del Duque Medina Sidonia, le pidió la revancha ya que deseaba resarcirse públicamente cuanto antes de la derrota. Y la siguió pidiendo sin éxito hasta el fin de sus días, ya que el noble jamás se la concedió.